viernes, 14 de octubre de 2011

Autocensura

Por Noris Vicioso

Uno de los  roles del periodismo es vigilar las acciones del Estado, razón por  la cual es lógico que quienes son reconocidos como vigías no deban sostener relación con la fuente que cubren para evitar ser corrompidos o  llegar a la difícil y penosa situación de callar cuando deban hablar, faltando con ello a su compromiso con la sociedad.

Es bien sabido que, por desgracia, la mayoría de  medios de comunicación del país  pagan salarios pírricos a los periodistas, lo que no alcanza para costear las necesidades básicas de un hogar, siendo empujados muchas veces a acudir al pluriempleo.

Sin embargo cuando el segundo empleo del  periodista (vigía) es una institución del Estado, el profesional, sin lugar a duda,  falta a su ética por razones lógicas: tendrá que empezar a lidiar con conflictos internos entre lo que debe y tiene que hacer.

¿Cómo puede un periodista que funja como relacionador público de una empresa dar a conocer irregularidades en el manejo interno de recursos cuando él forma parte del cuerpo administrativo?   

Por supuesto que no comprometerá su estabilidad, aunque eso signifique una falta a la ética en el ejercicio periodístico.

En ese mismo orden se aplica la modalidad de ciertas instituciones de otorgarle salarios y hacerles costosos regalos a los periodistas asignados a la fuente. Esa, sin lugar a dudas, es una forma obscena de corromper a quienes están para denunciar la corrupción.

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